
“Habitualmente las presentaciones y autobiografías están llenas de extensos listados de formaciones académicas, de prolijos recorridos por cargos y empresas exitosas, y en general de almíbar sobre las bondades y virtudes del biografiado. No me parece mal pero no es ése mi afán.
Siempre tuve claro que estudiaría Psicología: me interesaba, en mi ingenuidad, llegar a desentrañar el lado oculto del ser humano, y he hecho de ello mi profesión; aunque a veces pienso, como decía García Márquez, que el corazón de las personas tiene más habitaciones que un hotel de citas. Por esa razón me formé como Terapeuta Gestalt, para entenderme y así poder entender y ayudar a otros. Trabajé durante diez años en el ámbito de la empresa privada, y cuando sentí que mis valores se descabalgaban de mis acciones, hice caso a mi difunto padre cuando me decía: “no hay nada como trabajar para uno mismo”.
Hace unos diez años descubrí el Coaching, me certifiqué con la Escuela Europea de Coaching, y lo incorporé a mi bagaje profesional como una herramienta que se engranaba bien en mi trabajo como facilitador, formador o como nos quieras llamar a las personas que ayudamos a que otros cambien la mirada y sus actos, para alinear el trayecto que media entre donde están y donde quieren estar en su vida o en su trabajo.
Lo que oferto lo ofrecen muchos particulares y organizaciones. En mi caso, creo en lo que hago y estoy comprometido con practicar aquello que busco cuando yo, como cliente, consumidor o usuario consulto, contrato o compro: honestidad, humildad, rigor, escucha, cambio. No creo en modelos predeterminados ni en soluciones mágicas. Sí en formar equipo con mis clientes para trabajar conjuntamente desde la cercanía y la transparencia, y para ser el impulsor que posibilite alcanzar los resultados deseados”.